Human::Imagine()

Durante mis días estudiando en las parrilleras de la UCV (un lugar bastante bonito a pesar de todo), el cansancio muchas veces me hacía fijarme en la forma como se comportaban algunos de los seres vivos que me rodeaban y a veces me hostigaban: zancudos, hormigas, abejas, colibríes y semejantes.
 
Aún cuando no se puede negar la complejidad de estas criaturas, hay algo de lo que uno puede darse cuenta fácilmente: su comportamiento, a diferencia del nuestro, se limita a un algoritmo. Un algoritmo complicado y que depende de una gran cantidad de variables, pero al fin y al cabo sólo es eso: un algoritmo.
 
El zancudo sin duda es una criatura compleja. El sólo hecho de poder volar a la perfección en un espacio tridimensional ya es algo notable, que supera por mucho a nuestras computadoras actuales. Pero la realidad es que el zancudo y los insectos en general perciben un universo muy distinto al nuestro. Su visión es muy torpe, y si fuera por ellos, el zancudo no podría distinguir un árbol de un muro o de un bolso. Y tampoco necesita hacerlo.
 
En su fase adulta, el zancudo obecede un algoritmo muy simple: debe alimentarse y aparearse. Para ello, espera en una pared (emprendiendo el vuelo de vez en cuando, al hacer timeout su reloj biológico) hasta que sus sentidos le indiquen que hay una posible víctima en las cercanías. Lo perciben por su olfato, por el sonido y las  vibraciones que la víctima produce, por el calor que genera. El zancudo entonces vuela hacia la víctima y  da vueltas a su alrededor posiblemente según le guíen sus sentidos, hasta que logre encontrar un lugar idóneo dónde clavar su pico y absorber la sangre, el valioso alimento.
 
Aquellos zancudos que cometan muchos errores (acercarse mucho a un sapo o a un humano sin oficio) morirán a manos de sus depredadores o de sus víctimas. Sobrevivirán los zancudos con algoritmos más elaborados, y estos algoritmos serán transmitidos a sus descendientes, perfeccionándose así la especie y adaptándose a los cambios. Esto es conocido como selección natural.
 
Con los zancudos y otros insectos en general podemos ver algoritmos muy parecidos, que podrían ser implementados por cualquier equipo de programadores más o menos competente si tuvieran resultos algunos problemas:

  • Sentidos: todavía el ser humano no ha podido programar un conjunto de sentidos que permitan, por ejemplo, que una hormiga sepa que está frente a un objeto sólido el cual tiene que rodear para poder continuar su avance. Muchísimo menos hemos logrado crear un cerebro lo suficientemente desarrollado como para procesar la visión de las criaturas superiores (peces, mamíferos, etc.), que pueda decir que ese objeto sólido que está enfrente es un muro, o un árbol, o un posible depredador, o un posible alimento.
  • Posibilidad de desplazarse: las ruedas no sirve en la naturaleza (¿cuántos animales conocen ustedes que usen ruedas?). El construir algo parecido a las patas de las hormigas, o a las de un perro, es algo que tal vez no esté muy lejos de nuestra tecnología, pero no tiene sentido comercial o militar, así que nadie ha financiado las investigaciones necesarias para lograr, por ejemplo, una máquina que camine utilizando 4 patas en vez de 4 ruedas.
Aprender
Las cosas se complican a medida que estudiamos las criaturas superiores, que ya son capaces de algo que no pueden hacer los insectos: pueden aprender. Pavlov demostró científicamente con sus estudios sobre el condicionamiento lo que cualquier dueño de mascotas conoce... ¡Los animales aprenden! ¡Hasta mis pececitos han aprendido que, cuando yo levanto la tapa de la pecera, es porque estoy a punto de echarles comida! Y empiezan a pegarle golpes al agua aún sin haberles echado alimento, confiados -sin saber cómo ni por qué- en que las escamitas de Kantal comenzarán a caer.
 
Hasta allí llega la programación tradicional. El aprender a hacer algo, como traerle el periódico a su dueño o saber que determinado animal es un alimento mientras que el otro es venenoso, ya son experiencias de la vida que se alejan mucho de lo que pueden hacer los diagramas de flujo básicos que nos enseñan en la Escuela de Computación.
 
Pero es natural que aquellos que nos diseñaron (no importa si los llamamos selección natural, Dios, Alá, Yahvé, los Dioses, o como quieran) hayan previsto que las criaturas superiores, y luego el hombre, fuéramos capaces de aprender nuevas cosas.
 
Imaginar
Ahora bien, ¿saben qué me parece increíble? Que hayamos desarrollado (o se nos haya dotado con) la capacidad de imaginar y de soñar.
 
Es en serio, piénsenlo. Pónganse en el lugar de un programador sobrenatural a quien se le asignó la tarea de crear el software para el primer ser humano. Ese software debe tener funcionalidades que le permitan al hombre y a la mujer cumplir a lo largo de su vida con este ciclo:

  • El ser humano nace.
  • El ser humano debe crecer y desarrollarse.
  • El ser humano debe cumplir con tareas básicas diarias que garanticen que continuará vivo(alimentarse, hacer sus necesidades, etc.).
  • El ser humano debe buscar pareja y reproducirse.
  • El ser humano debe criar a sus hijos y asegurarse de que estos sean capaces de continuar la vida por sí mismos.
  • Finalmente, el reloj biológico humano determinará su muerte por envejecimiento.
Hasta aquí, nada nos diferencia de un mamífero, un ave o un reptil cualquiera, recordando que muchos animales crían a sus hijos. Contamos con la facilidad que implica el aprender, lo cual alarga nuestra vida al evitar que repitamos errores que pudieran ser fatales (como jugar con una serpiente de cascabel, o caminar al borde de un precipicio).
 
En fin, es natural que el humano pueda interactuar con su ambiente. Ahora bien, explíquenme algo: ¿cómo es que al programador de nuestro software se le ocurrió que el ser humano necesitaba ser creativo? El ser humano pudo, a partir de una piedra de pedernal, crear un artefacto capaz de cortar la carne. ¿Cómo se le ocurrió? Total, eso no le hacía falta para sobrevivir... podría haber continuado utilizando sus dientes como lo hacían sus antepasados por cientos de millones de años.
 
¿Qué necesidad tiene el arquitecto de soñar con construir una increible edificación? O el poeta... ¿qué necesidad tiene de fantasear toda una situación que luego debe expresar en verso? ¿Cómo es que la señora de un humilde barrio puede fantasear conque sus hijos e hijas serán unos excelentes ingenieros, y entonces lucha por darles la mejor educación que ella nunca tuvo? ¿Cómo puede el muchacho de 15 años imaginarse algún día ya no como un adolescente, sino como un excelente profesional, el mejor y más admirado de su área?   
 
Algo tan simple como el apareamiento, que a nuestros antepasados "sólo" les costaba una pelea entre los machos para conquistar a la hembra, o tal vez sólo tener el plumaje más bonito (eso no le ha funcionado a Enrique Mendoza) o el canto más notable, ahora en los humanos es mucho más elaborado. Requiere creatividad y poesía, sorpresa y acción, mucha valentía y coraje. Como dice Silvio, "la cobardía es asunto de los hombres, no de los amantes / los amores cobardes no llegan a amores, ni a historias / se quedan allí".
 
Desde un simple "mami, que bella te ves hoy", hasta algo tan complejo como un verso de Benedetti o de Cortazar acompañado de una flor cuidadosamente escogida, entregada en un lugar especial. O tal vez un acto sorpresivo e inesperado, una interrupción repleta de frases bonitas y nerviosas. Y sin embargo, la mayoría de las veces falla, tal y como el canturreo de primavera le falla casi todas las tardes a las chicharras. 
 
Ojo, ¡no confundamos creatividad con inteligencia! Deep Blue pudo ganarle a Kasparov en ajedrez, pero sólo a un humano se le podría ocurrir gritar "in your face, baby!" en el momento de hacer jaque mate. Deep Blue es inteligente (tanto como los ingenieros de IBM que la programaron), pero no es creativa. No podría inventar una nueva estrategia para jugar ajedrez... sólo repetirá la que le enseñaron. Kasparov aprendió rápidamente cómo juega Deep Blue y la derroto luego de tres partidas...
 
Ya he escrito otras veces en este humilde y nada leído espacio, que la creatividad es algo sorprendente en el ser humano. ¡No necesitamos ser creativos para vivir! Todas las otras criaturas del planeta, desde las amibas hasta las ballenas, han podido sobrevivir sin ser creativas, sin poder soñar ni imaginar. A nosotros alguien nos implantó eso en nuestro software, a tal punto que hasta la persona más sencilla puede hacerlo, sin tener que ir ni siquiera a la Misión Robinson.
 
Este es uno de los motivos por los cuales no creo en la evolución, sino que me inclino a pensar que algún ser superior nos creó por alguna razón desconocida. ¡Si fuéramos producto solamente de la selección natural, sólo tendríamos lo indispensable para sobrevivir!
 
Pero tampoco creo en las teorías religiosas según las cuales somos producto de un Dios Omnisapiente. Si así fuera, ese Dios nunca hubiera cometido errores, pero el largo historial de especies fallidas que se extinguieron delatan que ese Dios, en cierta forma, era tan humano como nosotros.
 
Creaba, se equivocaba, pero entonces corregía y perfeccionaba. Como tú, y como yo.

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